Por Carlos Chavarría
El transporte en general es una rama de la actividad económica que posee una característica singular y quizás única, sus efectos multiplicativos en mercados colaterales con una muy poca inversión comparada con otras cadenas de valor.
Los aeropuertos han dejado de ser concebidos sólo como un lugar designado para la conectividad de pasajeros y carga, y más como una semilla para expansión de mercados diversos incluso aquellos que parecieran poco complementarios. Ni que decir del muy obvio efecto directo en la explotación de las tierras aledañas a la infraestructura para conseguir la fórmula de éxito del incremento recursivo de ingresos aeronáuticos y no aeronáuticos que justifican por sí solos los subsidios cruzados entre ambos.
No en balde, ciudades que no aparecían en el mapa por alguna razón especial, como Dubai, entraron de lleno al concepto ahora llamado “aerotrópolis”, que rompe el dilema “huevo-gallina” muy común en infraestructura de transporte bajo el sencillo paradigma de los modelos de gravedad en transporte que atraen a la actividad económica hacia donde sea más bajo el costo marginal de operación.
Dígalo si no el hecho de que siete aeropuertos concentran el 50% de toda la carga aérea mundial [https://aci.aero/data-centre/annual-traffic-data/cargo/2017-cargo-summary-annual-traffic-data/], en tanto 36 aeropuertos capturan un tercio del movimiento de pasajeros mundial.
Sea Texcoco o Santa Lucía, construir una facilidad para recibir aviones y pasajeros esperando que el multiplicador económico ocurra con la especulación de tierras que harán uno u otros propietarios aledañas demuestra la pobreza endémica de nuestra visión estratégica que haría volver a Cristóbal Colón a su tumba muy decepcionado.
En México nunca hemos querido aprovechar la enorme ventaja de nuestra posición geográfica que tenemos en el planeta y además con miles de kilómetros de frontera con la economía más pujante del orbe.
Por siglos la civilización buscó un camino más corto entre Oriente y Occidente, nosotros ahora lo tenemos estando en el centro geográfico del movimiento comercial de la economía mundial, aún con más oportunidad de Panamá o el Canal de Suez, pero pensamos en pequeño.
El reciente evento que mucho ha divulgado nuestro gobierno acerca de los avances del proyecto de Santa Lucía confirma las razones por las que no somos jugadores de nivel mundial en casi ninguna cadena económica, excepto en la maquila automotriz; no tenemos ni practicamos visiones para crear tendencias, solo navegamos sobre las que diseñan otros países.
Un aeropuerto sin un plan de aerotrópolis [http://aerotropolisbusinessconcepts.aero/wp-content/uploads/2017/01/Kasarda-Canon_Regional_Economic_Review_Vol-5_20161025-1.pdf] coherente y de gran escala no es sino repetir la misma experiencia del actual aeropuerto de la Ciudad de México y de todos los demás nacionales. Un hacinamiento urbano desconectado del movimiento doméstico y del mundo que se ha convertido en un aparato ineficiente y muy costoso para los usuarios, desalentado la inversión multiplicativa.