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Por Félix Cortés Camarillo

No debe ser motivo de contento el haber dedicado tantos años de tu vida a ser El Presidente, para que cuando finamente lo eres tu primer nieto tenga como presidente de origen precisamente a Donald Trump. //Leído por ahí.

            Hablemos pues hoy viernes de frutas y verduras. Los melones son melones y las sandías, sandías. La sabiduría popular nos ha enseñado desde hace siglos que no hay que mezclar, a la hora de hacer las cuentas, las peras y las manzanas. Aunque sean del mismo género, especie, familia y variedad, jamás llegarán a ser lo mismo.

            Ante todas las evidencias, José Manuel López Beltrán, primogénito del presidente López, es un hombre que alcanzó hace ya rato la mayoría de edad legal. En nuestro patrón cultural eso equivale a haber adquirido la independencia de todos sus actos personales, sin tener que pedirle permiso a papá, especialmente cuando uno ha adquirido la autonomía económica de la casa paterna, lo cual parece ser el caso de José Manuel.

            En esa circunstancia, el joven tomó pareja y conoció mujer. Ella, de nombre Carolyn Adams, es evidentemente mayor de edad también, y de manera consciente se convirtió en madre, con la complicidad del señor López Beltrán, colocando de paso al presidente López en la inmensamente grata condición –me consta en más de una ocasión- de abuelo.

            Hasta ahí las peras.

            Salomón Andrés Manuel López Adams nació hace una semana en una institución médica de la Ciudad de Houston, Texas, circunstancia que no dejó de provocar comentarios mordaces hacia el presidente López y sus frecuentes denuestos hacia sus emisarios del pasado, los “fifís” del neoliberalismo corrupto y rapaz que no atendían sus dolencias en las clínicas del Seguro Social o del ISSSTE en nuestro país, sino en clínicas privadas locales o de los Estados Unidos. Como el primer nieto presidencial.

            La primera decisión que escapa a nuestro albedrío es el lugar en que nacemos. Ese es un privilegio que tiene nuestros padres, salvo que un hecho imprevisto agarre a nuestra madre en algún desplazamiento o sitio ajeno. El abuelo, aunque quede mal en decirlo, no tiene vela en este entierro, que generalmente es decidido por la madre del nuevo crío.

            El presidente López no tiene ninguna responsabilidad por lo que hagan sus hijos mayores. Me atrevo a aventurar que ni siquiera en las decisiones de su hijo menor, Jesús, caen ya totalmente bajo su férula. Y si el presidente López tiene los recursos suficientes para atenderse de un infarto en una clínica privada y cara y para enviar a Jesusito a un campamento de verano exclusivo, que lo disfrute. Y si su hijo tiene para pagar al ginecólogo de Houston y las cuotas del hospital, que bien le vaya.

            Pero ya estamos en las manzanas.

            Hay algo que se llama congruencia. Si un perfil político se construye en una solidaridad profunda con los pobres y un rechazo a los usos y costumbres de los viejos de antes, hay dos sopas: o se restringe en el primer círculo de la proximidad personal los excesos que tanto se critican en los antecesores, o se marca una distancia clara y condenatoria de la falta de solidaridad… política. Aunque en el entorno familiar, eso duela.

            De otra manera, se está escupiendo hacia el cielo. Mala práctica.

PARA LA MAÑANERA.-  Con todo respeto, Señor Presidente: ¿Ya le pidió explicación a la medallista olímpica Ana Guevara sobre los derroches, trampas y robos en la Comisión Nacional del Deporte, durante su conducción y antes?

felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: Félix Cortés Camarillo
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