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Por Félix Cortés Camarillo

Esta luna en ruinas

Sabe qué pasó

Mira mi uniforme

Mi honor me lo cosió.

Fui un mal soldado, me rendí

Pero al final, he vuelto a ti…

Olé olé, Lili Marten

            El plan norteamericano llamado European Recovery Program fue puesto en marcha entre 1948 y 1952 bajo el nombre de Plan Marshall, por el militar George Marshall, secretario de Estado en el último período de los cuatro que sirvió Franklin Delano Roosevelt.

            En la teoría se trataba de apoyar al resurgimiento de los países europeos que habían sido devastados por la guerra; en realidad era un instrumento de penetración ideológica inspirada en el anticomunismo rampante que dio surgimiento a la Guerra Fría y que en esos años gozó de amplia popularidad en los Estados Unidos.

            La cinematografía española, que en esos años estaba en pañales, logró en 1953 una comedia sencilla y divertida de Luis García Balaguer con el título de Bienvenido Mr. Marshall. Es una sátira protagonizada muy bien por José Isbert en el papel de alcalde del poblado de Villar del Río, que se sacude por la llegada de un enviado precisamente del plan Marshall. Balaguer e Isbert satirizan el ambiente y estilo del franquismo, y no tanto el mismo plan económico, que dicho sea de paso, no le dejó nada a la economía española y poco ayudó al surgimiento de Gran Bretaña e Italia. Es una burla a la España de la pandereta y las castañuelas, en pocas palabras.

            En este maremágnum en que del presidente López para abajo nadie parece tener claro en su administración cual es el camino a seguir para la recuperación  mexicana, que se encuentra ya inmersa en una crisis económica de dimensiones de las que nadie tiene memoria, ha resurgido el nombre del Plan Marshall. Es difícil que ese sea el camino adecuado y más difícil aún que el presidente López lo adopte. Hay una reticencia de López Obrador a aceptar que su administración no es capaz de salir de este hoyo sin caer en un endeudamiento: la sugerencia ayer por la mañana de pedirle a Cuba y su avanzada ciencia médica apoyo para las consecuencias de la inevitable tercera fase del coronavirus, fue oblicuamente dejada de lado por el presidente López, para una mejor ocasión. Más bien dicho, cuando las cosas se pongan peor.  Por otro lado, el presidente López no está dispuesto a salvar a las pequeñas y medianas empresas y explícitamente dedicará la mayor parte del dinero que pueda reunir de todos lados a sus programas de promoción política entre su clientela electoral potencial. En sus palabras, primero los pobres. Mientras, abundan las fórmulas mágicas

            En esta lluvia de estrellas de la astrología económica surgió una idea que no se antoja descabellada.Si nos encontramos en una guerra, podría el Estado mexicano emitir bonos de guerra. Los inventó Gran Bretaña en 1914 para financiar la Segunda Guerra Mundial. Todavía no se acaban de amortizar, pero sólo en intereses esos bonos han multiplicado 46 veces su valor original.

            La mecánica es simple: el gobierno emite bonos que los ciudadanos compran y el Estado adquiere así dinero fresco para impulsar la actividad económica. Los ciudadanos estaríamos así prestándole nuestros ahorros al gobierno, que nos prometería pagar a futuro con intereses. Sería una muestra de confianza en el presidente López.

            ¿Estaríamos dispuestos a darla? ¿Estaría López Obrador dispuesto al riesgo de pedirla?

PREGUNTA PARA LA MAÑANERA, porque ahora menos puedo entrar sin tapabocas ni de la mano de Susana Distancia: Con todo respeto, Señor Presidente, usted dijo ayer que –siguiendo el ejemplo de la señora Sheinbaum que va a donar parte de su salario a la lucha contra el coronavirus– usted iba a donar su aguinaldo. ¿No habíamos quedado en que todos los funcionarios de alto nivel, desde los subdirectores hasta el Presidente además de ver sus sueldos reducidos no recibirían aguinaldo?

felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: Félix Cortés Camarillo
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