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La comunicación masturbatoria de Samuel García

Por José Jaime Ruiz

@ruizjosejaime

En la búsqueda del semejante, del próximo, del prójimo, los políticos suelen caer en la autocelebración, ergo, el autoengaño. Por su sustancia, buscar la otredad no se les da. Como los aplausos grabados en los programas cómicos de televisión, los “bots” son una comparsa cruel: al querer engañar al público, sólo engañan a quien los promueve, una masturbación que fenece en la multiplicación de la nada. El torrente expulsado se derrama en el vacío.

En un universo donde la cantidad predomina sobre la calidad, lo relevante es la adición, multiplicar, pero multiplicar el aplauso no es imponer el mensaje y, en política, se trata de persuadir, de convencer. En efecto, legitimar la apertura para quien la rechaza y no desde la repetición sino desde el argumento, el convencimiento. Encantar no al semejante sino al Otro. Y si no, perecer políticamente: “excepto durante breves y terroríficas iluminaciones, mueren sin haber sospechado nunca lo que era el Otro” (Sartre citado en Figuras de alteridad. Baudrillard / Guillaume).

La mediocridad del ex gobernador Rodrigo Medina de la Cruz tuvo que subsanarse comprando a los grandes medios de comunicación. No eran carretadas de dinero, fueron vagones. El gasto en comunicación gubernamental fue un derroche que poco ayudó a su imagen y a Ivonne Álvarez, a quien quiso de sucesora. La ciudadanía, no el Bronco, le partieron la madre en la votación del 2015. Moraleja: Rentar a los medios de comunicación no se traduce en persuasión. La sociedad castiga.

El candidato Jaime Rodríguez Calderón para hacerse creíble, entre otras cosas, convocó a los electores en contra de los medios. Los falaces eran los medios, no él. La táctica, por convincente, rindió frutos, se hizo creíble: el prianato cedió, ante lo arrollador, la gubernatura. En Nuevo León se hizo historia con el primer gobernador independiente.

A las primeras de cambio, la relación orgánica-mediática entre Alejandro Junco de la Vega y el Bronco se rompió, el “cobijagate” los descobijó. El Norte asumió una dura posición crítica en contra de Rodríguez Calderón. El Bronco, aislado, se refugió en las redes sociales. Sus torpezas políticas (buscar la Presidencia) y su corrupción sin límites, lo hundieron. La comunicación tornó en desinformación.

De las perversiones de los anteriores sexenios, el gobernador Samuel Alejandro García Sepúlveda intenta un modelo binario. Renta los espacios de los grandes medios de comunicación (sin los excesos de Rodrigo) y opta por el uso intenso de las redes sociales (los “bots” del Bronco). Al comprar entrevistas a modo, Samuel Alejandro se autoengaña; al autocelebrarse a través de “bots” en las redes sociales, García Sepúlveda no manipula a la Otredad, se excita a sí mismo.

Si la acción política “se funda en la capacidad de hacer adherir a la gente a un proyecto o en hacerle creer en un hombre”, con la comunicación masturbatoria Samuel Alejandro se equivoca. La comunicación masturbatoria es una simulación, un artificio y, como su excitación, no una realidad sino una fantasía. Y, así, comunicar desde la fantasía es no comunicar.

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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