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Por José Francisco Villarreal

Había escuchado ya a Alejandro Páez Varela y su teoría de la “chuleta envenenada” que arrojó el presidente López en medio de la Cámara de Diputados: la abortada reforma eléctrica. Luego escucho a José Jaime Ruiz, con su propio análisis, que disecciona elegantemente la trampa tendida por el presidente López a “la oposición” y abunda en sus posibles objetivos. Coincido en general con ambos, aunque sigue siendo una estratagema de orden político. El verdadero debate está vigente y está en la calle, en los hogares, en los comercios, en las empresas. En realidad, no podemos estar seguros de que el proyecto 4T conviene al pueblo mientras estemos distraídos con guerras púnicas en donde, y hay que reconocerlo, la “oposición” política a sumado a los peores aliados, en tanto que el régimen trabaja bien para convencer a uno sólo. Esta escaramuza del Domingo de Resurrección afianzó posiciones y alianzas políticas, no necesariamente fortalezas.

También leí sobre las amargas quejas de los electro-abortistas porque se les tilda o, mejor dicho, se les tacha de traidores. Además, con visión profética, culpan a la 4T de agresiones que reciban en el futuro por parte de… ¿la gente? (No sé si eso incluya los votos de castigo). Todo porque urbi et orbi, ya se les ve como traidores. Por más que le espulgo al tema, no encuentro la palabra adecuada para definirlos. Las opciones que me ofrecen ellos mismos son inverosímiles y ridículas. Su anti-voto, finalmente, fue para mantener una reforma que se impuso con engaños, que ha favorecido a empresas extranjeras y ha dañado severamente a la economía de México, tanto así que yo ya ni uso cartera, un monedero es suficiente. ¿Qué otra palabra puede definir eso?

Hace poco, un diputado federal enunció los motivos por los que votó contra la reforma. Ya con la ficha cívica de “traidor” tatuada en la frente, jura que apostó por la energía limpia y barata. Su explicación no llega a ser argumento razonable y se queda en retruécanos de una mera consigna. Sobre todo porque desde hace meses, antes de declarar posiciones, debieron difundir los argumentos claros que las sustentaran. Las razones que dieron fueron “aceptables” entre ellos mismos, pero ininteligibles para la gente. La promesa de energías limpias y baratas es absurda, porque desecha una posible solución para mantener una reforma que nunca logró cumplir esa promesa… no al consumidor doméstico y a microempresas (los que generan el dinero que en verdad se mueve). Omito el partido de este diputado porque a estas alturas ya es indistinto. Si bien los partidos coligados bajo la égida del señor X han mostrado una insólita unidad, en los hechos disuelven sus identidades a favor del gen político más fuerte: una derecha radical, muy europea, eso sí.

“Amo proditionem, odi proditorem” (Amo a la traición, odio al traidor), dice Plutarco que dijo César Augusto cuando impuso al pro-romano Remetacles I como rey de Tracia. Sí, la traición es amable al beneficiario, pero no el traidor. Y si no es amable un traidor para quien favoreció, menos aún para quien afectó. No se exijan entonces vítores ni se victimicen. El ambiente polarizado con insultos y burlas no lo inició la 4T. Ante los señalamientos duros de López no exigieron por vía legal pruebas de culpa ni aportaron pruebas de descargo, sólo se hizo la declaración universal de todos los presuntos, “¡Soy inocente!”, y se incrementó una ferocidad de la oposición que en las cámaras legislativas raya en lo grotesco. La percepción popular no se sustenta en debates sino en hechos; el pueblo es sabio porque no pierde el tiempo con leguleyos; es práctico: no apuesta por el que grita más fuerte sino por el que pega más duro. Para todos es obvia y urgente una reforma eléctrica que beneficie a la gente primero y luego (también) a las empresas. El debate legislativo debió responder a esa exigencia popular: modificar la iniciativa, no eliminarla. Aprobar esa reforma, con modificaciones razonables, hubiera sido una victoria para la oposición, porque tenían el voto decisivo. Hasta don Andrés hubiera tenido que tragar bilis y alabar a sus detestados “conservadores” y “fifís”. ¿Pesó más Iberdrola?

Concedo que la iniciativa del presidente López fue chapucera: inaceptable para los intereses empresariales, pero no para el pueblo. Ganó la paranoia y la víscera de los capitales y la obediencia ciega de los partidos… Si acaso Movimiento Ciudadano es la excepción, porque más bien creo que tuvo sus propios motivos, después de todo el (relativo) adversario de MC no es esa tríada lobotomizada de partidos sino MORENA. Jugó el juego del presidente López, se exhibió, pero también le ayudó a exhibir los otros liderazgos bobos. Habrá una amplia base militante inconforme y disponible, porque el estigma de la traición de líderes de partido y legisladores también tendrán que asumirla los militantes. Y no es sencillo vivir con la marca de Caín en la frente. Como escribió Marco Marcial Valerio: “Cuius vulturis hoc erit cadaver?”, algo así como “¿de qué buitre será este cadáver?”.

El desastre de los partidos de oposición, causado por la presunta trampa del presidente López, ha sido monumental. La única ventaja fue la unidad que demostraron, pero se vuelve desventaja porque desde la ciudadanía, por eso mismo, todos serán medidos con el mismo patrón. ¡Y más peor!, ya no se perciben diferencias entre PAN, PRI y PRD. Se salvaría MC, que es lo suficientemente nuevo para no estar aún fijado en el acervo del imaginario político, lo suficientemente ambiguo para navegar a vela o a remo, y lo suficientemente ecléctico para recolectar los restos del naufragio.

Brillante el espectáculo en general. Exuberante duelo de estrategias. Sun Wu, Alejandro, don Gonzalo Fernández de Córdoba, y hasta Napoleón, hubieran disfrutado estos ejercicios militares. Pero siguen siendo ajenos a la realidad descalza. Se gasta más saliva en escaramuzas que en conciliar diferencias para solucionar problemas que allá en las cumbres políticas son sólo retórica. Qué bien que don Andrés es un buen estratega, que sus opositores cayeron en la trama. ¡Felicidades! Pero la estrategia es el arte del engaño. Me permito otro latinajo (que me encantan); dice Davo, un personaje de Terencio: “Fallacia alia aliam trudit”, un engaño arrastra a otro engaño. Lo que admira y celebra el estratega, puede generar también recelo en la democracia horizontal de la calle.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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