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Por Félix Cortés Camarillo

Resulta sumamente interesante, pero preocupante en grado máximo, la creciente similitud del discurso del gobernador de Nuevo León con el del presidente López. Su afición por la performance a la manera de la mañanera, su inclinación a la comunicación vía internet despreciando la información impresa y la frecuencia de afirmaciones ligeras como si fueran banales comentarios al vuelo, reducen día con día las diferencias entre los dos discursos si alguna vez las hubo.

Una obsesión marcada es atribuir a los funcionarios del pasado todos los males de este mundo; a veces de manera global, otras personificada. Para el presidente López son todos los gobiernos anteriores, después de Adolfo López Mateos, pero de manera especial Felipe Calderón. Para Samuel García los culpables son todos los gobernantes del estado de los últimos treinta años, pero de manera muy particular Jaime Heliodoro, que lleva dos meses en la cárcel sin certeza de proceso. Por eso el presidente López asegura que la 4T llegó para quedarse y el gobernador García afirma que en seis años hará lo que no se hizo en 30. 

En ningún momento metería la mano al fuego por ninguno de los dos personajes; sin embargo, soy un profundo observante de la ley y exijo que los mandatarios se apeguen a ella también. Todas las culpas del Bronco y sus compinches deben ser investigadas, consignadas a ministerio público, llevadas a juez y aplicada la sentencia. Lo mismo con Calderón, Salinas, Fox o cualquiera de los otros villanos favoritos de López Obrador. Pero en los dos casos -López ya entró a la mitad de su período de gobierno- urge abandonar el prurito de estar constantemente viendo hacia el pasado para contarnos lo que “los otros” no hicieron, sin poder emitir un solo testimonio que documento lo que ellos han hecho o están al menos haciendo.

La presentación del Plan Maestro de Movilidad de Samuel García el domingo fue una muestra perfecta de ese sistema del cut and paste: de la hora que duró la presentación 25 minutos se dedicaron totalmente a acusar al Bronco desde los pernos del metro hasta las tarifas del camión, sin avistar solución concreta alguna.

Promesas sí, hartas.

Vamos a gastar más, presume el gobernador nos inunda con cifras de miles de millones y nos muestra bellas maquetas de amplias avenidas sin baches pero arboladas, con carriles dedicadas al transporte público. Hace un simplificado patrón de rutas troncales para camiones de energía limpia que en el papel cruzan los municipios de cabo a rabo pero que en la realidad requieren de apoyos subsecuentes en los puntos de distribución de pasaje. Como sucede en todas las líneas del metro en el mundo que se respete. No es el caso de la Ciudad de México, por cierto.

¿Plazos queréis? Plazos os doy.

En dos años la línea 6 del metro y el pedazo de carretera La Gloria-Colombia. En tres, la línea 5, y para 2006 la Monterrey-Colombia (?) la Interserrana, que va a sobrecargar la insuficiente Carretera Nacional, el tren suburbano y la línea 5 del Metro.

El prometer no empobrece, decía mi abuela: el dar es lo que aniquila.

Yo quisiera creerle, señor gobernador; yo voté por usted porque la otra opción era impensable. Pero también quería yo creerle a Andrés Manuel, aunque no voté por él. Si no puede cambiar sus realidades, yo le recomiendo que deje de imitar su estilo. A los neoloneses no nos gusta.

PILÓN: Juan Carlos I de España es un real estorbo. Real de realidad, no de realeza. Nadie puede negar el peso histórico que tuvo en la transición de una de las dictaduras más fieras y arraigadas en Europa a una democracia que ya quisiéramos aquí. Todos recordamos el discurso a la unidad que frustró el golpe de estado de Tejero con balazos en el Congreso y todo. Pero tampoco se puede olvidar los actos de corrupción en los que se metió hasta las manitas, casos que lo llevaron a ir al exilio con los generosos emiratos árabes luego de haber abdicado en favor de su hijo, Felipe VI, quien ha hecho muy digno papel en el intento de poner a flote la institución monárquica.

Juan Carlos quiere volver a España definitivamente, a los 84 años de edad. Si lo hace, y seguramente lo hará, se convertirá en un estorbo Real. 

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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