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Por José Francisco Villarreal

Cuentan que el filósofo Crisipo de Solos murió de risa por un chiste que él mismo contó, algo sobre burros e higos; una muerte que nunca sucederá a los mediocres “estanduperos” actuales. Otros dicen que don Crisipo murió por beber vino puro. Yo creo lo segundo, porque el vino en la antigüedad se “sazonaba” con un montón de hierbas y sustancias “flipantes”. Si no se diluía con agua, con seguridad se acababa muerto o con un “mal viaje”. Claro que morir de risa “vende” más que sugerir que la Filosofía Clásica estuvo emparentada con enteógenos y alucinógenos. Nada edificante. Don Crisipo, además de ser un filósofo angular, tenía la manía de escribir frenéticamente. No creo que muriera de risa si adivinara que la posteridad apenas si lo conoce por referencias de otros, porque sus miles de párrafos se perdieron. Hace poco se encontró, en las ruinas de Herculano, una biblioteca romana que perteneció al político Cayo Calpurnio Pisón, y que acabó sepultada en cenizas volcánicas. De ahí la esperanza de rescatarle unas cuantas frases a Crisipo, y algún buen chiste. Aunque… Sólo tal vez, don Crisipo sí bebió y sí rio al morir, eso sólo si algún bromista le añadió un poco de apio sardo a su bebida, un tóxico bastante conocido en la antigüedad y que deja a los difuntos con cara de risa. De este hilacho de la historia concluyo que al final es mejor cambiar conciencias que dejar constancias, que el ridículo disuelve cualquier logro y cualquier honor, y que, aunque parezca una contradicción semántica, puede haber políticos cultos. ¡Nada como un buen chiste para volvernos ridículamente históricos! Y un buen trago, con “chaser” claro.

Con este mítico precedente, estoy muy sorprendido del avance en el proceso de elección para un fiscal estatal. No me explico cómo nuestros legisladores sobrevivieron luego de seleccionar a los candidatos “finales” al cargo. El chiste es muy bueno, tan mortal como el de Crisipo. Esto confirma la calidad histriónica de nuestro congreso local, y los califica con excelencia en una de las disciplinas más difíciles del Teatro: la Comedia. Mis respetos por hacer esa selección y anunciarla con toda solemnidad. Aguantarse la risa es toda una proeza. Sí, salvo por una cosa: el público. El chiste funciona perfectamente, pero, aunque lo difundan por todos los medios, es una función privada. Nosotros, Juan Pueblo, somos ajenos a las decisiones que toman autoridades de cualquiera de los tres poderes del estado. No sabemos quiénes son realmente los pre fiscales, de algunos apenas sabemos lo que han dicho los medios y o dicen ellos mismos, que viene siendo la misma cosa y en los hechos casi siempre acaba siendo mentira. Obviamente, tenemos legisladores para que tomen las decisiones apropiadas para nosotros (no para ellos). Tenemos un gobierno estatal que debe complementar y confirmar esas decisiones. Y tenemos un poder judicial que debe garantizar su legalidad y legitimidad. ¡Otros chistes excelentes!

Para los especialistas en la grilla, expertos en crucigramas, este asunto y sus colaterales deben ser por demás interesantes. Supongo que a ellos no les hace ninguna gracia. Pero el señor de los tacos de la esquina no tiene idea de lo que sucede detrás de esta extraordinaria puesta en escena. Recursos municipales, comisiones legislativas, voceros vociferantes, denuncias, amparos, presiones, impresiones… Es como si a mi maestro de Biología en secundaria le hubiera mostrado un dibujo cubista de la anatomía de una rana (A un amigo le pusieron Cero; yo saqué un 7, por expresionista). Es una especie de guerra civil entre los poderes estatales, pero no es una batalla de nosotros, la infantería de línea. Nos invocan como testigos, pero nos informan, no nos consultan. Así que no esperen que dejemos nuestras trincheras cotidianas para ser sus artilleros. Bastante ocupados estamos cazando ofertas, pagando las cuotas infladas de AyD y persiguiendo el transporte público.

¿Nos importa el nombramiento de un nuevo fiscal? Definitivamente sí. ¿Podemos hacer algo para que se elija la mejor opción para los ciudadanos? No, absolutamente no.

Los medios que difunden este nuevo encontronazo entre partidos montan un escenario inútil. Nosotros sólo somos parte de la escenografía… o el telón. No se está compartiendo el gobierno, se está cultivando una granja de prejuicios en los ciudadanos; prejuicios que son acumulables para ser cosechados durante las elecciones. Como aquellos “entrañables” videos que publicó Adrián: la desconfianza generalizada.

Pero para que un prejuicio germine debe estimular la paranoia colectiva, no la personal. Es absurdo que el joven gobernador García vete a Adrián de la Garza por haberlo exhibido como pariente de un delincuente. No elegimos nuestra consanguinidad, y eso lo entiende cualquiera; más allá del “pecado original”, ya no funcionan las maldiciones bíblicas. Tiene razón Samuel, pero no por su caso particular, sino porque Adrián, o cualquier otro candidato a fiscal afín a él, estaría en posición de acceder y usar información delicada y descontextualizarla para fines políticos o personales, y contra cualquiera. Es prácticamente inevitable que, en un estado donde todos somos primos, llegue a la fiscalía alguien con nexos partidistas (incesto institucional). El pasado priista de Adrián y su presente embozado, son impedimentos superables. Lo que realmente preocupa, y por lo que Adrián o sus cuates (de cualquier partido) no deben controlar la fiscalía, es por el riesgo de que difundan información con fines políticos, u otros peores. Que no se queje Samuel de la exhibida que se le dio durante la campaña, porque al final Adrián dañó otras reputaciones, hasta la propia, y terminó barriéndole a García el caminito al Palacio de Cantera. Su malicia socialmente nociva, no su filiación, sus objetivos o las inquinas personales, es la que hace a Adrián y a sus cuates, moralmente inelegibles para la fiscalía. ¿Es mucho pedir consistencia moral en un funcionario público? Entiendo por qué el “vocero” estatal tendría mucha cautela para usar este argumento. Seguramente no terminaría la frase y acabaría como don Crisipo de Solos, y no precisamente por beber vino puro ni apio sardo.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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