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Por Félix Cortés Camarillo

Sí, efectivamente, como decimos en la jerga teatral, las elecciones del domingo pasado fueron un ensayo general, con vestuario y maquillaje, para las elecciones grandes que se han de realizar en el verano del año que sigue. Esas en las que hemos de elegir al heredero del emperador López en Palacio Nacional. O cualquiera otra que decida que sea su residencia.

            Había dos vectores para esa convicción. La primera, que en el estado de Coahuila, en el cual el PRI ha dominado desde su nacencia, podría perder la gubernatura frente a un pillo empresario del carbón y protegido del sistema actual, quien tendría el apoyo de todo el aparato presidencial. El segundo, y más importante, la gubernatura del estado de México, principal botín en número de electores –más de doce millones- en el país era vita para la subsistencia del presidente López y su Maximato..

            Los resultados de esas dos elecciones locales son aleccionadores.

            En ambos casos tenemos evidencia de que los viejos vicios de los procedimientos electorales del pasado siguen vigentes. Ya no tanto el ratón loco –para los jóvenes los votantes con su itinerario depositando la misma boleta varias veces en diferentes casillas- o el relleno previo de urnas con votos pre marcados.

Pero de ello más tarde.

            El recurso primigenio del Cuatrote para ganar votos es comprarlos. Ya no exclusivamente con el billete de quinientos de mano a mano, sino por el más sutil recurso de hacer creer a la gente que las pensiones del malestar a los mayores van a desaparecer si no se vota por quien Morena dice.

            Con esas obstancias, los resultados de las elecciones del domingo responden a lo que dice la canción: no hubo sorpresa alguna cuando te hallé.

            A ambos lados de las contiendas, porque no hubo más que dos, se ejercieron todos los recursos de acarreo que se tuvieron a mano. Fue exactamente lo mismo que cuando el PRI mandaba, y si se equivocaba; pero en el  resultado final, en ambos estados, es la diferencia de perfiles de sus candidatos. Especialmente éticos. Manolo Mejía, en Coahuila, ha sido un alcalde de la capital Saltillo que no necesita mayor aval de su honestidad y capacidad que el que le da mi colega Armando Fuentes Aguirre –todos le mencionan como Catón en un titipuchal de periódicos- mientras que las fuerzas vivas del amloísmo se fragmentaron a partir de la obstinación presidencial de premiar a Armando Guadiana con una gubernatura y la deserción, lógica o no, del subsecretario de Gobernación en la importantísima cartera de la seguridad, Mejía.

En el estado de México, la fama pública de la próxima gobernadora, la maestra Delfina que cuando fue alcaldesa de Texcoco mandó rasurar la nómina de sus colegas maestros para financiar la campaña de Lopitos. Eso hizo que la diferencia de votos con Alejandra, abandonada de sus partidos, no fuera como dijeron las encuestadoras patrocinadas por Palacio Nacional.

            Haiga sido como haiga sido, los resultados son reales, válidos y respetados ya.

            No se nos debe pasar por alto que el proceso electoral en Coahuila y el Estado de México fue perfectamente limpio. Solamente una casilla en los dos estados no pudo abrirse. Las votaciones transcurrieron con tranquilidad aunque con presencia del abstencionismo, lo que entra en las triquiñuelas del poder.

            En la circunstancia política a la que el presidente López ha hundido a este país, es muy importante reconocer que el vilipendiado Instituto Nacional Electoral, esa cueva de corruptos ladrones que ganan más que el presidente, hizo un trabajo impecable, profesional, organizado y efectivo. El INE, con las elecciones del domingo, ha garantizado su permaencia.

            Tenemos razón los que dijimos “el INE no se toca”.  Y que conste.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): El presidente López le debe mucho a Ricardo Rocha. Desde luego, no el desprecio a su muerte.

‎felixcortescama@gmail.com

Fuente:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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