Noticias en Monterrey

Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Por Félix Cortés Camarillo

Cuando empiezo a escribir estas líneas, en Moscú está anocheciendo para lunes; en un ambiente muy distinto al que tenía Vladimir Putin el sábado pasado cuando tuvo que acudir a la televisión para condenar la insurrección armada que marchaba desde Rostov sobre el río Don, en la región suroeste, al río Volga, que pasa atrasito del Kremlin en Moscú. Una real amenaza.

            En este y otros sitios de opinión –aquí y en el mundo- se ha dicho con insistencia que la aventura loca que Vladimir Putin desató con su afán imperial de anexar la vieja Ucrania soviética a la nueva Rusia, tiene una sola solución y que ella está en los altos mandos militares de Rusia, descontentos con el manejo de la invasión de Ucrania, que según Putin era cuestión de semanas y se sigue prolongando.

            Resulta, que en la guerra de invasión y conquista de Ucrania, Putin tiene contratados los servicios de una empresa de lo que nosotros llamamos mercenarios; en inglés les llaman solados de ocasión, para lo que se ofrezca, y yo les llamo putas de guerra, que se llama Wagner Center, que dice tener una tropa bien armada de balas y carente de compasión de 25 mil hombres, y que ha servido en el avance ruso hacia las tres regiones del Donetsk que no se sienten parte de Ucrania. Ese cuerpo de mercenarios, cuya existencia en Rusia es legal, es comandada por don Evgueni Victorovich Prigozhin, conocido en su país como el chef de Putin. Aquí hay una buena historia de superación.

            Este caballero, que en su San Petersburgo, que cuando él tenía 17 años se llamaba Leningrado y era parte de la URSS, fue detenido dos veces por ladrón; la segunda vez pasó 9 de los 12 años de su condena en el bote. Emprendedor él, aspiracionista que se dice en el México de ahora, empezó en la nueva Rusia, al salir, con un carrito de comida en la calle. Dicen que hot dogs, pero yo creo que eran pirozhki, empanadas de carne que son abuelas de lo que en Monterrey llamamos, obviamente, turcos. Obviamente porque a lo desconocido le ponemos la etiqueta de gitano, ruso o turco.

Pues el muy ingenioso –todo aquel que es millonario es ingenioso, los otros somos pendejos; discútanmelo- abandonó nuestro carro de camotes y lo hizo crecer. Muy pronto tenía un restaurante lujoso encargado de servir la cena banquete de Putin a su visitante Jacques Chirac, presidente de Francia. Hace 22 años, y el único mesero atendiendo a los mandatarios fue precisamente Eugenio Prigozhin.

Tan gustoso quedó de la sazón y del servicio, que Putin inmediatamente le asignó –sin licitación claro- que sirviera todas las comidas y cenas que se dieran en el Kremlin. De ahí el mote de “el Chef de Putin”. Históricamente, los tiranos cuidan mucho de quién sea su cocinero, porque es el único que los puede envenenar.

Pero don Eugenio se saltó las trancas –jeje, “se saltó”- y su carrito de camotes lo convirtió en un conglomerado de empresas de  seguridad, pero especialmente de soldados de ocasión: mercenarios.  Mercenarios que le han servido a Putin en donde los ha necesitado.

Por razones que ambos saben, la criada le salió respondona.

La semana pasada los mercenarios de Wagner se alzaron en armas y amenazaron con ir al norte, que quiere decir Moscú y Putin, y con tanques suyos de ellos colocados en la importante ciudad de Rostov sobre el Don. Putin puede ser un hijo de lo que ustedes elijan, pero es un político hábil. La noticia es que no habrá persecución en contra de Prigrorzhin, sus soldados seguirán haciendo aquello por lo que son pagos y su jefe se quedará en Bielorrusia sin castigo.

Estamos requetebién, podría aprender Putin de YSQ.

Por lo pronto, la primera insurgencia ha sido dominada.

Va a haber otras. Esto fue el principio del fin.          

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Debo admitir que los críticos de los medios y editorialistas –me incluyo- tienen razón. Ciertamente, dedicamos litros de tinta, kilos de papel y tiempo de las redes, en el dolor dramático de los cinco tripulantes del sumergible Titan, cuya muerte nos mantuvo en angustia telenovelera. Cinco ricachones estaban dando satisfacción a su morbo de ir a ver personalmente cómo había quedado el lujoso Titanic cuando se hundió en su primer y único viaje al llegar a América. Muy bien, pobres cinco millonarios. Pero al mismo tiempo, frente a las costas de Grecia, docenas de pobres, famélicos, ansiosos de libertad y vida, provenientes de África, se murieron sin rescate alguno cuando el pesquero que los llevaba a la Europa de la esperanza y el futuro. Y no les dedicamos ni una línea, ni una columna, ni un minuto al aire.

Y no nos da vergüenza.

‎felixcortescama@gmail.com

Fuente:

Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

Etiquetas:

Compartir:

Autor: lostubos
Ver Más