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Por Félix Cortés Camarillo

En su usual manera, el presidente López estalló en muestras de indignación colérica en su catecismo matutino, al pedírsele opinión sobre la revelación hecha por el gobierno de los Estados Unidos de que sus organismos de inteligencia y seguridad habían infiltrado los círculos de mayor poder en el cartel sinaloense del narcotráfico, y obtenido ratificación de sus certezas sobre la operación de ese cartel.

Ha sido, dijo Lopitos “una intromisión abusiva, prepotente, que no debe aceptarse bajo ningún motivo. Cómo van a estar espiando….nosotros no hacemos eso, pero no se puede estar utilizando actos de espionaje, además para saber qué están haciendo nuestras instituciones de seguridad, con la arrogancia de filtrar la información a The Washington Post.”

Díganme si me equivoco, pero mi lectura de esta actitud es así: “¿cómo se atreven estos pinches gringos prepotentes a infiltrarse en los mandos de nuestros bandidos narcotraficantes, sin pedirnos antes permiso? Serán muy bandidos y delincuentes, pero son nuestros, y nadie puede espiarlos sin nuestro consentimiento”.

Eso es lo que dijo el presidente López, al enterarse de que las autoridades de los Estados Unidos anunciaran que van “a por ellos”, tras los cinco hijos de Joaquín el Chapo Guzmán –uno de los cuales está preso y sujeto a procedimiento de extradición- acusándolos de una gigantesca operación continental para generar y transportar drogas letales desde Argentina hasta los Estados Unidos, y ofreciendo millonarias recompensas para quien aporte datos que conduzcan a su detención. ¿Quiénes se creen que son esos arrogantes?

Eso fue lo que dijo el presidente López. El mensaje subyacente en estas palabras es otro. Ovidio Guzmán, apodado “el ratón” puede respirar tranquilo. No será extraditado ni llevado a una cárcel de los Estados Unidos, en la que no disfrutaría de las comodidades que los sistemas carcelarios mexicanos, en combinación con la corrupción conocida que en ellos reina, porque al presidente López no se le da la gana que los gringos lo presionen de esta manera.

De la misma manera, sus medios hermanos puestos en la misma lista, no serán capturados por las fuerzas policíacas mexicanas, las que a la vez impedirán que un extraño enemigo, en la forma de agentes de la DEA, u otra agencia de los estados Unidos, entre a capturar a los bandidos. Los chapitos, que así se les llama, han recibido en voz del presidente de México un auténtico seguro de vida.

Nada más eso faltaba. Que alguien nos viniera a enseñar cómo matar nuestras pulgas. El destino de los chapitos será una de las herencias que alguno de los corcholatos tendrá que afrontar como papa caliente en cuanto llegue al poder como asunto de primer orden en las relaciones con los Estados Unidos, las más importantes que hay.

PARA LA MAÑANERA, (porque no me dejan entrar sin tapabocas): La militarización de las fuerzas policíacas de nuestro país, que antes era un mal tremebundo y hoy es una panacea a todos nuestros males de la seguridad, es en realidad una cortina de humo para ocultar el fracaso de la política en contra del crimen organizado, que deja todos los días secuelas sangrientas de balaceras, secuestros, extorsiones, asesinatos, balaceras y dominio de territorio nacional. Si el mando es civil o militar en nuestras policías realmente no importa. Lo que importaría es que fueran efectivas. De todos modos, la actitud de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha dado muestras nuevamente, de que es una entidad autónoma.

felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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