Por Obed Campos
Una de dos, o la maestra y psicóloga Layda Sansores San Román goza de algún poder mágico que le permite la bilocación o simplemente rompe la ley electoral al tener dos credenciales de elector…
O una tercera: a la autoridad le viene valiendo gorro la ley y el chapulinazo es lo que mandará (y ha mandado) en el próximo proceso electoral.
Eso a menos que Sansores San Román nos tenga una sencilla teoría de la teletransportación cuántica explicada para niños y de cómo, físicamente, puede vivir en el ex Distrito Federal, como alcaldesa de la ahora municipalidad de Álvaro Obregón, pero tener domicilio en algún lugar del exuberante estado de Campeche.
Esto para que se haga legal su candidatura a gobernar la entidad campechana por Morena…
Buscando en la Internet me encontré un revelador dato: hay mil 133.6 kilómetros entre la Capital de todos los mexicanos y el estado que quiere gobernar Sansores. 15 horas y 17 minutos, si se quiere hacer ese viaje por carretera.
La pregunta para la aguerrida Sansores es si se siente más chilanga que campechana o al revés.
Mientras tanto, los políticos, nuestros políticos de cada día, van a hacer con la ley y con el sentido común lo que se les venga en gana… Como usarla de papel de baño, por ejemplo.
EL SÍNDROME SALINAS AZOTA DE NUEVO
Acá en este Valle de Extremadura que ahora se llama Monterrey y que aún pertenece a Nuevo León, se vino la rebatinga porque ante el embate del Covid-19 o SRAS-CoV-2 o coronavirus, el gobierno del estado decretó el cierre de comercios y empresas no esenciales así como la prohibición de comercializar bebidas alcohólicas los fines de semana.
Los llamados ipecos, es decir, los dueños de la IP o Iniciativa Privada, se han roto las vestiduras y se han quitado las mayas (ha habido algunos desmayados, no piense usted mal) por las medidas extremas.
Y es que la inconciencia frente al mal no es exclusiva de la clase baja: con que mis gallinas engorden deja al mundo que ruede.
Dan pena de veras los videos de esta semana que muestran el amontonadero de gente de todas las edades, sin el menor cuidado sanitario, en mercados y calles.
Ah, es que es diciembre y hay que celebrar. De la cruda y el coronavirus (y la falta de lana) nos acordaremos allá por el 10 de enero.
